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Vuelva, Stendhal, vuelva

01/04/2022

Vuelva usted con la mirada inteligente e intensa ante la belleza, y describa sus sensaciones.

Santa Croce espera su flujo de entendimiento en el reino de la percepción continuada del latir intenso de un tiempo pausado. Hágale ver a los sentidos que no son herramientas pasajeras. Hágase fuerte en ese tumulto y oleaje de vibraciones que bien pudieran estar acompañados por la mansedumbre de un río sin nombre.

En nuestros días, la observación se percibe muerta. Ha caído por espanto en el ojo viciado de la imagen compartida, del aplauso fácil o por el contrario de la condena sin límites.

Podríamos pensar ahora en la vuelta a las sociedades rastreadoras, que tras un paso de miedo, necesitan simplemente el sentir firme de una soledad que no esté enmascarada y viciada. Nos han atacado las balas del desconcierto y hemos doblegado a nuestros espíritus taimados con actos de rebeldía porque la figura de la fragilidad ha vuelto a aparecer. Sentires vagos y conciencia del paso del tiempo que han dejado sin resolver la esencia de la vida. Y por ello, la lucha intermitente por ser, por ganar tiempo a ese tiempo que se reconoce como perdido.

Las estelas de la belleza, buscadas en la naturaleza, en el consumo de vivencias enlatadas por el simple hecho de dar la satisfacción de poder contarlas, récords de números, estadísticas, gestas, imágenes fragmentadas en cánones inverosímiles que arrastran a jóvenes a medirse por esas pautas inconcebiblemente dañinas…

Y en espera de ese flel reflejo de la sociedad, se conceden ciertos atisbos que nos están enseñando a reconocernos en esa fragilidad permanente que esperemos a la larga nos permitirá avanzar.

 El arte, pieza a pieza, devolverá lo que a la sociedad se le ha quitado en estos años. La capacidad de ver y sentirse reconocida. El hecho de ver y establecer nuevos diálogos del hombre con el hombre, sin artificios. Los medios que están condenados a entenderse con las vías del poder, conocerán que hay una competencia mucho mayor a la del mercado y esa es la mirada libre de la verdad y la belleza. No es necesario educar a un ojo o a un oído al que se le ha monopolizado con medias verdades. Ese ojo y ese oído verán y escucharán finalmente aquello que alimente su espíritu y no aquello que diluya su realidad en juegos alentadores de vanidades y futuras sombras.

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